Semillas expandidas

Exploraciones sobre mercados locales en América Latina y el Caribe

Los sistemas de mercados locales son redes en las que las personas producen, intercambian y consumen alimentos y otros bienes en su propio entorno. Más que espacios de compra y venta, son momentos de encuentro, donde circulan saberes, relaciones y tradiciones que han sido parte de la historia de las comunidades por generaciones. Estos mercados promueven economías que ponen en el centro a las personas y a la tierra, priorizando circuitos cortos que reducen el impacto ambiental y fortalecen la producción sostenible, al tiempo que valoran la biodiversidad y la riqueza cultural.

La diversidad de climas, suelos y culturas ha hecho que los mercados sean un reflejo de los territorios y de la creatividad de su gente. Aquí, los mercados locales funcionan como un sistema que resiste las presiones globales y que se adapta a los cambios sociales y climáticos. Con sus ritmos propios y sus vínculos comunitarios, han sido una herramienta clave para que las comunidades mantengan su autonomía alimentaria, cuiden su patrimonio y construyan resiliencia frente a los retos del presente. Desde la montaña hasta la costa, los mercados locales representan una forma viva de reconocer que la alimentación es un derecho colectivo y una expresión de identidad y dignidad.

Esta multimedia recoge esas experiencias desde cuatro países —Ecuador, Honduras, Guatemala y Haití— donde organizaciones campesinas y comunitarias han demostrado que, con creatividad y organización, es posible transformar los mercados en motores de resiliencia, equidad y vida digna.

“El pecho del maíz,
el ojo del maíz,
el habla del maíz,
en valva y valva envuelve”

Gabriela Mistral

América Latina y el Caribe es una región de enorme diversidad natural y cultural, donde los pueblos han creado sistemas agrícolas profundamente ligados a sus territorios. Las chakras andinas, que integran maíz, papa, habas y plantas medicinales en un mismo espacio, o las milpas, donde se preservan hierbas como macuy, chipilín o amaranto, son ejemplos de un conocimiento histórico que une técnica, espiritualidad y adaptación al entorno.

Esa diversidad convive, sin embargo, con tensiones estructurales que se expresan de manera distinta en cada país.

En Haití, la historia de dependencia de importaciones, sumada a huracanes, deforestación y crisis económicas y humanitarias, ha debilitado la producción local y la capacidad campesina de sostenerse con sus propios medios. Gran parte de los alimentos básicos provienen del exterior, mientras la falta de infraestructura hace que una parte importante de lo producido se pierda antes de llegar al mercado.

En Guatemala y Honduras, el Corredor Seco Centroamericano, donde viven más de diez millones de personas, enfrenta sequías prolongadas que afectan directamente los cultivos de maíz y frijol, pilares de la dieta. A esto se suma una fuerte concentración de tierras: las mejores se destinan a cultivos de exportación, mientras millones de familias campesinas deben cultivar en parcelas reducidas, muchas veces degradadas. El resultado son cosechas cada vez más vulnerables y altos niveles de inseguridad alimentaria.

En Ecuador, aunque se han implementado políticas a favor de la soberanía alimentaria, persisten desigualdades profundas. La fragmentación de la tierra, el acceso limitado a mercados y la competencia con productos procesados afectan a los pequeños productores. Y aunque los indicadores de desnutrición infantil han mejorado, casi una cuarta parte de los niños menores de cinco años aún presenta retraso en el crecimiento, reflejo de un sistema alimentario que no garantiza acceso pleno a una dieta nutritiva y diversa.

Frente a ello, las comunidades despliegan respuestas que combinan saber ancestral y práctica contemporánea. Se recuperan semillas nativas y criollas como patrimonio biocultural; se diversifican cultivos para enfrentar la variabilidad climática; se regeneran suelos mediante agroecología; se organizan reservas comunitarias de granos que funcionan como mecanismos de seguridad colectiva; surgen microempresas que transforman alimentos tradicionales en ingresos; y se consolidan redes de comercialización que acortan distancias entre productores y consumidores.

Lo que une a estas experiencias es la certeza de que la soberanía alimentaria se expresa en la autonomía para decidir qué sembrar y cómo, en la organización que sostiene los mercados locales y en la capacidad de las comunidades para enfrentar colectivamente los desafíos de nuestro tiempo.

Las siguientes experiencias nacen del trabajo de cuatro organizaciones que forman parte de la red de Groundswell International en América Latina y el Caribe: EkoRural (Ecuador), Qachuu Aloom (Guatemala), PDL (Haití) y Vecinos Honduras (Honduras). Todas comparten un propósito en común: que la soberanía alimentaria se construye desde los territorios, a partir de la organización comunitaria, los saberes ancestrales, la agroecología y el fortalecimiento de mercados locales.

Hablar de estas organizaciones es hablar de cientos de familias campesinas e indígenas que siembran, transforman y venden sus alimentos con dignidad, a pesar de múltiples obstáculos. En cada país, sus estrategias muestran que es posible enfrentar desafíos como la crisis climática, la migración forzada o la pérdida de biodiversidad mediante alternativas concretas: ferias agroecológicas, reservas comunitarias de granos, venta directa, comercio justo, protección de semillas y microempresas rurales.

Cada experiencia ofrece una forma distinta —pero complementaria— de defender el derecho a una alimentación saludable, diversa y sostenible. Juntas, forman un tejido de soluciones que inspira y demuestra que otro modelo alimentario es posible y ya está en marcha.

Tejidos locales

Estrategias comunitarias para fortalecer los mercados locales

EkoRural

En las provincias andinas, la vida campesina está marcada por la fragmentación de las tierras y por un acceso desigual a los mercados. Durante décadas, las familias han tenido que vender sus productos a intermediarios en mercados mayoristas, recibiendo precios bajos y quedando sujetas a condiciones inestables. Esto ha debilitado su capacidad de sostenerse y de valorar su producción agroecológica.

La propuesta de EkoRural ha sido abrir caminos alternativos de comercialización mediante las Redes Alternativas de Alimentos (RAA). Estas redes conectan directamente a productores agroecológicos con consumidores urbanos, a través de ferias comunitarias, canastas organizadas, venta en mercados municipales, puestos campesinos y entrega puerta a puerta. Lo que parecía solo un canal de venta, en la práctica se transformó en un espacio de encuentro: consumidores que aprenden a valorar la producción local y campesinos que encuentran en la venta directa una relación más justa y humana.

Además, las RAA no funcionan aisladas de la finca. Con EkoRural, las familias han participado en procesos de rediseño agroecológico de sus chacras, incorporando diversidad de cultivos, optimizando recursos y generando excedentes destinados a estos nuevos circuitos. Este fortalecimiento técnico ha sido crucial para sostener la calidad y la regularidad de la oferta en los mercados.

El impacto se relaciona directamente con las familias reciben precios más equitativos, los consumidores acceden a alimentos frescos y sanos, y se revitalizan relaciones entre campo y ciudad. Aunque las redes demandan tiempo, coordinación y recursos, se han convertido en una estrategia concreta para transformar los sistemas alimentarios hacia modelos más justos y sostenibles.

Vecinos Honduras

Dentro del Corredor Seco Centroamericano, la inseguridad alimentaria es un problema constante. Sequías prolongadas, suelos frágiles y pobreza estructural han puesto a las familias en una situación de vulnerabilidad. Frente a esto, Vecinos Honduras impulsó un modelo basado en la organización comunitaria y la gestión colectiva de los alimentos: las Reservas Estratégicas de Granos.

Estas reservas permiten producir, almacenar y comercializar maíz y frijol, dos pilares de la dieta hondureña, bajo un sistema de precio justo. En lugares como Las Trojas, el maíz de la reserva “Nuevo Amanecer” es adquirido por mujeres que lo convierten cada día en tortillas para la venta. Esto no solo garantiza la disponibilidad de un alimento básico, sino que también genera ingresos directos para decenas de familias. En otras comunidades, como El Peñón #2, se han diversificado los emprendimientos: tajaditas de plátano, rosquillas, quesadillas, harina de maíz, todos productos que nacen de la reserva y que hoy circulan en los mercados locales.

Un elemento innovador ha sido la participación juvenil. Durante la pandemia, un grupo de jóvenes desarrolló la fabricación de silos metálicos, resolviendo la necesidad de almacenamiento y generando a la vez un nuevo servicio dentro de la comunidad. Esto refleja cómo las reservas no solo aseguran alimentos, sino que abren oportunidades económicas y de liderazgo para distintos sectores.

El resultado ha sido un fortalecimiento de la autonomía alimentaria y la dignificación del trabajo campesino. Las reservas funcionan como una red de seguridad comunitaria que resiste a las crisis climáticas y económicas, y que al mismo tiempo ofrece caminos de desarrollo local.

Qachuu Aloom

Las mujeres maya Achí han hecho de la semilla un eje de resistencia y de vida. La organización Qachuu Aloom trabaja con más de un centenar de productoras que rescatan, cultivan y comercializan semillas nativas y criollas, así como hierbas y plantas alimenticias tradicionales. Lo que comenzó como un esfuerzo por preservar variedades en riesgo, hoy es también una estrategia económica y cultural que se refleja en los mercados locales.

Los días jueves y domingos, las productoras llegan a las plazas de Rabinal, San Miguel Chicaj y Cubulco con manojos de macuy, chipilín, amaranto, col, cilantro y otras hierbas que forman parte de la cocina cotidiana y ceremonial. Allí también venden semillas en pequeñas presentaciones —onzas y libras— o en mayores cantidades, según la demanda. Durante la pandemia, la organización incluso ideó formas móviles de comercialización, llevando los productos directamente a comunidades vecinas.

El impacto económico no es menor: las productoras reportan ingresos anuales que van desde Q1,720 hasta Q6,100 (aproximadamente entre USD 220 y USD 780), recursos que son reinvertidos en la alimentación del hogar, en salud y en la educación de los hijos. Pero el efecto va más allá de lo económico. Al comercializar semillas, las mujeres reafirman su rol como guardianas de la biodiversidad agrícola y como portadoras de conocimientos ancestrales. Cada venta es, al mismo tiempo, un acto de soberanía alimentaria y de resistencia cultural frente a la homogenización que imponen los modelos agroindustriales.

En estos mercados, la semilla no es vista solo como mercancía: es símbolo de continuidad, de memoria y de futuro compartido.

Partenariat pour le Développement Local (PDL)

En el Plateau Central de Haití, los mercados locales han estado históricamente debilitados por la falta de infraestructura, la migración, la violencia y la dependencia casi total de alimentos importados. Frente a este panorama, el Partenariat pour le Développement Local (PDL) apostó por un enfoque innovador: impulsar microempresas rurales lideradas por organizaciones campesinas para transformar y comercializar productos locales.

Desde 2017, se han creado iniciativas para procesar alimentos como pan de yuca, jaleas de frutas, mantequilla de maní, sirope de caña, vino artesanal, arroz local y cacao. Con ello, se ha dado valor agregado a cultivos que antes se desperdiciaban o perdían en las fincas. Estas microempresas han abierto puntos de venta comunitarios, participado en ferias, abastecido escuelas y, en algunos casos, llevado sus productos hasta supermercados en ciudades como Cap Haitien.

El impacto se mide en múltiples dimensiones: por un lado, se redujo el desperdicio de alimentos y se recuperó el valor de productos tradicionales como el cassava; por otro, se generaron ingresos que fortalecen las economías familiares y reducen la necesidad de migrar. Una transformación significativa ha sido el cambio de percepción hacia los árboles frutales: antes cortados para leña o construcción, ahora son cuidados como verdaderos “activos productivos”.

Aunque persisten limitaciones —como la falta de políticas públicas, la débil infraestructura y la baja alfabetización técnica—, las microempresas de PDL han demostrado que es posible reactivar los mercados locales y construir esperanza desde el campo.

Cartografía de los mercados locales

Ubicación de ferias, reservas y microempresas comunitarias

📍EkoRural (Ecuador)

Cotopaxi y Chimborazo

En la Sierra Centro, las productoras agroecológicas han ido construyendo un circuito de venta directa que conecta sus chacras con los hogares urbanos. Cada feria o canasta organizada en Cotopaxi o Chimborazo es el resultado de meses de trabajo colectivo: sembrar, cuidar, cosechar, clasificar y finalmente entregar. Las Redes Alternativas de Alimentos (RAA) permiten que alimentos frescos circulen sin intermediarios, dignificando el precio para las productoras y ofreciendo a las familias urbanas alimentos más sanos.

En muchos de estos espacios, las mujeres lideran el proceso. Son ellas quienes coordinan los grupos de canastas, atienden los puestos en ferias o gestionan la logística de venta puerta a puerta. Gracias a este esfuerzo, la agroecología se visibiliza en mercados locales que no solo son espacios de abastecimiento, sino también de encuentro cultural entre campo y ciudad.

📍 PDL (Haití)

Saint Michel, Pignon, Saint Raphaël – Plateau Central

En el Plateau Central, los mercados habían sido golpeados por la migración y la falta de infraestructura. Sin embargo, las microempresas campesinas impulsadas por PDL están reescribiendo el mapa económico. En Saint Michel y Pignon, talleres comunitarios procesan pan de yuca, sirope de caña y mantequilla de maní que luego llegan a ferias locales y a escuelas. En Saint Raphaël, mujeres comerciantes llevan frutas como aguacates y mangos a Cap Haitien, evitando su desperdicio y generando un ingreso estable.

Este enfoque ha cambiado la percepción local, por ejemplo, al revalorizar los árboles frutales como activos productivos. Cada lugar refleja un esfuerzo más amplio por recuperar los alimentos tradicionales y convertirlos en motores de la economía campesina.

📍 Vecinos Honduras (Honduras)

Las Trojas, Choluteca / El Peñón #2, Valle

En el corredor seco hondureño, las Reservas Estratégicas de Granos constituyen un eje fundamental en la organización comunitaria de los mercados. Estos espacios funcionan como mecanismos de almacenamiento colectivo de maíz y frijol, lo que permite enfrentar los efectos de la sequía y reducir la dependencia de intermediarios.

En la comunidad de Las Trojas, la reserva denominada “Nuevo Amanecer” provee maíz a más de 50 mujeres que lo transforman diariamente en tortillas destinadas a la venta local. Este proceso asegura la disponibilidad del alimento y crea un flujo económico estable. En El Peñón #2, el almacenamiento ha estimulado pequeños emprendimientos vinculados a la transformación: tajaditas de plátano, rosquillas y derivados del maíz que se integran a la economía comunitaria.

La experiencia muestra cómo el corredor seco no se limita a parcelas dispersas y mercados informales, sino que integra estructuras de acopio, producción y venta que sostienen la vida cotidiana.

📍 Qachuu Aloom (Guatemala)

Rabinal, San Miguel Chicaj, Cubulco – Baja Verapaz

En Baja Verapaz, los mercados locales se configuran alrededor de las plazas de Rabinal, San Miguel Chicaj y Cubulco, donde las productoras maya Achí comercializan tanto hortalizas como semillas nativas y criollas. Los días de mercado, los puestos concentran hierbas como macuy, chipilín, amaranto, cilantro y col, además de granos y semillas presentadas en onzas, libras o quintales.

El mercado constituye un espacio económico y cultural. Al mismo tiempo, refuerza el papel de las mujeres como agentes de conservación de biodiversidad y de transmisión de conocimientos agrícolas. En periodos de crisis, las productoras organizaron esquemas de venta móvil en comunidades vecinas, lo que amplió el alcance territorial de los intercambios.

La cartografía de Baja Verapaz, por lo tanto, no se reduce a los mercados semanales, sino que incorpora un sistema en el que la producción de huertos familiares, la conservación de semillas y la circulación comunitaria conforman un mismo proceso socioeconómico.

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Relatos de los territorios

Testimonios y narrativas campesinas

Los mercados locales se sostienen en lo que ocurre en las parcelas: la siembra con semillas criollas, el manejo de suelos y agua, y la planificación de los cultivos. Estos pasos iniciales definen qué alimentos llegarán a las familias y en qué cantidad.

El siguiente proceso es colectivo. Las comunidades se organizan para almacenar granos, diversificar cultivos y transformar lo que producen. Mujeres y jóvenes tienen un papel clave en estas tareas, que garantizan disponibilidad de alimentos incluso en épocasde escasez.

En el mercado, todo ese trabajo se hace visible. Allí los productos se venden o intercambian a precios justos, se fortalecen economías familiares y circula una parte esencial de la cultura local: recetas, plantas, semillas y conocimientos transmitidos por generaciones.

Los mercados locales se sostienen en lo que ocurre en las parcelas: la siembra con semillas criollas, el manejo de suelos y agua, y la planificación de los cultivos. Estos pasos iniciales definen qué alimentos llegarán a las familias y en qué cantidad.

El siguiente proceso es colectivo. Las comunidades se organizan para almacenar granos, diversificar cultivos y transformar lo que producen. Mujeres y jóvenes tienen un papel clave en estas tareas, que garantizan disponibilidad de alimentos incluso en épocasde escasez.

En el mercado, todo ese trabajo se hace visible. Allí los productos se venden o intercambian a precios justos, se fortalecen economías familiares y circula una parte esencial de la cultura local: recetas, plantas, semillas y conocimientos transmitidos por generaciones.

"Cuando entregamos la canasta no es solo vender, es conversar. La gente pregunta cómo sembramos y aprende con nosotros."

Participante de canastas comunitarias, Chimborazo

EkoRural

Fortaleciendo los mercados locales a través de Redes Alternativas de Alimentos (RAA)

En la Sierra Centro del Ecuador, la Fundación EkoRural trabaja con comunidades campesinas para fortalecer la agricultura agroecológica y su vínculo con mercados locales. En este contexto, la comercialización convencional impone múltiples obstáculos como cadenas largas de intermediación, precios inestables, baja infraestructura vial y escaso acceso a espacios dignos para vender productos.

Frente a esta realidad, EkoRural acompañó un proceso de más de tres años en el que las familias rediseñaron sus chacras con una visión integral.

El rediseño consistió en organizar las parcelas de manera participativa, recuperando prácticas agroecológicas y asegurando la diversificación de cultivos. Se trató de planificar a profundidad la finca como un sistema que garantizara el autoconsumo, generara excedentes y asegurara ciclos productivos más resilientes. En este proceso se incorporaron hortalizas, granos, tubérculos y especies medicinales, configurando chacras capaces de sostener la alimentación familiar y abastecer a los mercados locales.

A partir de esa transformación surgieron las Redes Alternativas de Alimentos (RAA). Los excedentes de las chacras se canalizan hacia distintos circuitos: ferias agroecológicas en las cabeceras cantonales, canastas comunitarias entregadas semanalmente en barrios urbanos, puntos campesinos en mercados municipales y venta directa puerta a puerta. Cada uno de estos canales reduce la distancia entre productores y consumidores y crea nuevas dinámicas territoriales en torno a la alimentación.

El funcionamiento de estas redes implica también procesos de confianza y aprendizaje mutuo; los consumidores reconocen el valor de los alimentos campesinos, y los productores, en especial las mujeres que lideran la comercialización, encuentran en el mercado un espacio de reconocimiento social. Así, la reestructuración de las chacras no solo fortaleció la producción, sino que abrió las condiciones para la consolidación de un sistema de mercados locales enraizado en la agroecología.

“Es mucho mejor vender aquí que en el mayorista. La gente viene porque nos conoce. Valoran nuestros productos; valoran el hecho de que sean ecológicos.”

- Rosa, Ferias de la RAA, Cotopaxi.

Qachuu Aloom

Comercialización de semillas y plantas alimenticias desde la economía maya Achí

En los municipios de Rabinal, San Miguel Chicaj y Cubulco, más de 110 mujeres organizadas en Qachuu Aloom sostienen un sistema de comercialización que integra semillas, plantas alimenticias, hortalizas y productos transformados. Cada semana llegan a los mercados con manojos de hierbas —macuy, chipilín, amaranto, cilantro— y con semillas que se ofrecen en medidas tradicionales como onzas, libras y quintales. La plaza se convierte así en un espacio donde coexisten distintas escalas de intercambio: el puesto individual, la venta comunitaria y la distribución organizada a través de la asociación.

La actividad representa un ingreso monetario anual que varía entre Q1,720 y Q6,100 por productora, destinado principalmente a la alimentación familiar, la educación de los hijos y la atención en salud. El mercado local es, por tanto, un punto de circulación económica que asegura necesidades básicas y sostiene la reproducción social de los hogares campesinos.

Durante la pandemia, las productoras implementaron estrategias móviles de venta en comunidades vecinas, ampliando su radio de acción y evitando pérdidas. Esta adaptación demostró la capacidad de reorganizar los canales de comercialización en contextos de crisis. Al mismo tiempo, las hierbas y semillas vendidas mantienen vivo un repertorio culinario que incluye boxboles, tamalitos de elote o atoles de amaranto, prácticas que integran la dimensión alimentaria con la memoria cultural.

“Las semillas nativas y criollas son nuestro sustento, el que nos salva del hambre. Son un regalo de la madre tierra que nos dejaron nuestros ancestros.”

Testimonio colectivo recogido en el resumen de productoras.

Vecinos Honduras

Reservas estratégicas de granos como estrategia de mercado y soberanía local

En el corredor seco hondureño, donde las sequías prolongadas y la pobreza estructural limitan el acceso a alimentos básicos, las comunidades han organizado un sistema de Reservas Estratégicas de Granos y Comités de Investigación Agrícola Local (CIAL). Estas estructuras, distribuidas en distintos municipios de Valle y Choluteca, permiten producir, almacenar y comercializar maíz y frijol bajo gestión comunitaria, reduciendo la dependencia de intermediarios y estabilizando los precios en contextos de incertidumbre climática y económica.

El funcionamiento de las reservas asegura que las familias puedan disponer de granos a lo largo del año, transformarlos en alimentos y comercializarlos localmente. Esto ha abierto un espacio de participación central para las mujeres, que no solo abastecen a sus hogares, sino que han convertido la producción de derivados del maíz en una fuente estable de ingresos.

A partir del almacenamiento también surgieron emprendimientos comunitarios que diversifican la economía local: producción de alimentos procesados, venta de productos derivados y generación de pequeños negocios vinculados a la transformación. Así, las reservas no se limitan a conservar grano; actúan como plataformas para el emprendimiento y la innovación campesina.

La participación juvenil ha introducido elementos técnicos en este proceso. La construcción de silos metálicos y el manejo de prácticas agroecológicas vinculadas al almacenamiento fortalecieron la capacidad de las comunidades para reducir pérdidas y mejorar la gestión de su producción. Con ello, los jóvenes han encontrado un espacio de inserción económica y social dentro de los sistemas alimentarios locales.

El modelo de reservas estratégicas ha permitido que las comunidades del corredor seco fortalezcan su autonomía alimentaria, aseguren precios justos y dignifiquen el rol campesino. Más que un mecanismo de almacenamiento, constituye un entramado territorial que combina producción, transformación y comercialización bajo control comunitario.

“Solo me dedicaba al trabajo de la casa. Ahora somos productoras gracias a Dios y a Vecinos de Honduras. Nos ha servido para llevar alimentos a nuestras familias.”

Adelina. Emprendimiento de tajaditas de plátano, Peñón #2

PDL

Microempresas campesinas para abastecer los mercados locales y prevenir el desperdicio

En el Plateau Central, las familias campesinas enfrentan un sistema alimentario marcado por la dependencia de importaciones, la debilidad de la infraestructura y la migración rural. En respuesta a estas limitaciones, entre 2017 y 2023 se fortaleció un modelo de microempresas comunitarias impulsadas por 14 organizaciones campesinas. Estas microempresas se organizaron en talleres colectivos que procesan productos locales y los insertan en circuitos de comercialización diversos, con el fin de reducir el desperdicio y generar ingresos sostenibles.

Los alimentos que se transforman en estos espacios incluyen pan de yuca, mantequilla de maní, sirope de caña, arroz local, cacao, vino, chocolate y jaleas, productos que antes carecían de salida en el mercado. Su circulación combina escalas distintas: desde ferias comunitarias y puntos de venta en las propias comunidades, hasta convenios con escuelas rurales y ventas en supermercados urbanos. En este esquema, la cercanía territorial es clave, una parte de la producción se queda en la zona y otra se traslada a ciudades como Cap Haitien, lo que vincula directamente los mercados rurales con los urbanos.

Las mujeres comerciantes desempeñan un papel decisivo en esta articulación. Muchas acceden a microcréditos para poder transportar frutas como aguacates, mangos y guayabas hacia la ciudad, evitando que se pierdan en el campo. Este proceso ha transformado la relación con los árboles frutales, que pasaron de ser cortados para leña a ser cuidados como fuentes de ingreso estable. El cambio no es solo económico: también implica un reconocimiento social del papel de las mujeres como gestoras de la economía campesina.

El impacto de las microempresas no se limita al aspecto productivo. Los talleres comunitarios funcionan también como espacios de formación, donde se trabaja en temas de calidad de alimentos, gestión de sistemas alimentarios y principios de economía solidaria. Este carácter pedagógico fortalece a las organizaciones campesinas como actores colectivos capaces de sostener procesos económicos y sociales en condiciones adversas.

A pesar de estos avances, persisten limitaciones estructurales: la precariedad de caminos y transporte dificulta la expansión del modelo; los bajos niveles de alfabetización técnica limitan la gestión empresarial; y la falta de políticas públicas específicas para fortalecer la producción local restringe su consolidación. No obstante, la experiencia muestra que la combinación de transformación, comercialización y educación comunitaria puede convertirse en una vía concreta para revitalizar los mercados locales y reducir la dependencia de importaciones.

“Coseché los aguacates, los vendí, y regresé con el dinero. Allan se sorprendió tanto que ahora cuida sus árboles frutales como si fueran vacas lecheras.”

Testimonio de Susette, en Saint Raphaël, Haití.

Trayectorias territoriales hacia la soberanía alimentaria

Línea de tiempo de procesos y transformaciones

green plant in close up photography

El fortalecimiento de los mercados locales en Ecuador, Honduras, Guatemala y Haití no fue inmediato, sino un proceso acumulativo, marcado por hitos específicos que muestran cómo las comunidades campesinas fueron ensayando, organizando y consolidando estrategias para recuperar el control sobre su alimentación.

2003

Guatemala

Qachuu Aloom orienta su misión y visión hacia el rescate y conservación de semillas nativas y criollas, y hacia la sostenibilidad organizacional mediante la recuperación del conocimiento ancestral

2015

Guatemala

Se consolida la red de mujeres productoras de Qachuu Aloom, que comienza a comercializar semillas y hierbas en mercados locales, posicionándose como referente en la conservación de la biodiversidad agrícola.

2017

Ecuador y Haití

En Chimborazo y Cotopaxi (Ecuador), comunidades campesinas inician procesos de rediseño de chacras, diversificación de cultivos y regeneración de suelos con diagnósticos participativos y planes familiares.

En el Plateau Central de Haití, PDL impulsa con organizaciones campesinas un proceso de reflexión sobre cómo reducir el desperdicio y dar valor agregado a los alimentos locales

2018

Honduras y Haití

En el corredor seco hondureño, se crean los primeros grupos de Reservas Estratégicas de Granos y Semillas y los Comités de Investigación Agrícola Local (CIAL), orientados a asegurar maíz y frijol en territorios afectados por sequías .

En Haití, surgen las primeras microempresas comunitarias, que procesan y comercializan pan de yuca, mantequilla de maní, sirope de caña, arroz local y cacao

2019

Ecuador y Honduras

En Ecuador, las familias campesinas avanzan en el rediseño de chacras y fortalecen la planificación agrícola para producir excedentes.

En Honduras, las reservas de granos se amplían y surgen los primeros emprendimientos derivados del maíz, como tajaditas y rosquillas .

2020

Ecuador, Honduras, Guatemala y Haití

En Ecuador, se consolidan las primeras Redes Alternativas de Alimentos (RAA) con ferias agroecológicas y venta directa; la pandemia les da un papel central.

En Honduras, jóvenes organizan la construcción de silos metálicos para mejorar el almacenamiento de granos en plena crisis .

En Guatemala, las productoras de Qachuu Aloom implementan estrategias móviles de comercialización para llevar semillas y plantas alimenticias a comunidades vecinas.

En Haití, las microempresas comienzan a abastecer comedores escolares con arroz, frijol y mantequilla de maní

2021

Ecuador y Haití

En Ecuador, las RAA se expanden con canastas comunitarias y nuevos puntos de venta campesinos.

En Haití, se establecen los primeros puntos de venta permanentes de productos procesados en comunidades del Plateau Central

2022

Haití

Se consolidan convenios de abastecimiento con escuelas y centros de formación en el Plateau Central, ampliando el alcance de las microempresas comunitarias

2023

Ecuador, Honduras, Guatemala y Haití

En Ecuador, las ferias, canastas y ventas puerta a puerta se consolidan como un entramado estable de comercialización directa entre campo y ciudad.

En Honduras, las reservas estratégicas se afianzan como espacios de abastecimiento y emprendimiento; mujeres lideran negocios de tortillas y derivados del maíz, generando ingresos y autonomía .

En Guatemala, más de 110 productoras participan en la venta de semillas, plantas alimenticias y productos transformados, generando ingresos anuales entre Q1,720 y Q6,100.

En Haití, las microempresas logran insertarse en mercados urbanos en Cap Haitien, revalorizando los árboles frutales como activos productivos y ampliando la educación comunitaria en calidad de alimentos y economía solidaria

Antes y después

Cambios en los mercados locales

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ORGANIZACIÓN

ANTES

DESPUÉS

EkoRural (Ecuador)

Productores vendían en mercados mayoristas con cadenas largas de intermediación y ganancias mínimas.

Se implementaron Redes Alternativas de Alimentos, con ferias agroecológicas, canastas y venta directa que fortalecen la economía local y las relaciones campo–ciudad.

Vecinos Honduras (Honduras)

Familias vendían maíz y frijol de forma desorganizada, sin control de precios y con pérdidas frecuentes por falta de almacenamiento.

Se organizaron Reservas Estratégicas de Granos: venta comunitaria a precio justo, mujeres liderando negocios de tortillas y derivados del maíz, y jóvenes fabricando silos para asegurar el grano.

Qachuu Aloom (Guatemala)

Las semillas nativas se compartían de manera informal y eran vistas sobre todo como recursos de autoconsumo.

Hoy se comercializan de manera organizada en mercados comunitarios y ferias, generando ingresos de entre Q1,720 y Q6,100 anuales por productora y consolidando a las mujeres como guardianas de biodiversidad.

PDL (Haití)

Frutas y cultivos locales se desperdiciaban por falta de transporte y canales de venta; alimentos tradicionales perdían valor cultural.

Se crearon microempresas campesinas que procesan y venden productos locales en ferias, escuelas y supermercados; los árboles frutales se revalorizan como fuentes de ingreso estable.

Notas d campo

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Innovaciones, aprendizajes y transformaciones que marcan la diferencia en la vida de las familias rurales

¿Sabías que una productora puede vender hasta 200 manojos de hierbas en un solo día de mercado?
En Rabinal, San Miguel Chicaj y Cubulco, las mujeres maya Achí ofrecen macuy, chipilín, amaranto y otras plantas alimenticias que no solo generan ingresos, sino que mantienen vivas recetas tradicionales como el boxbol o los atoles de amaranto. Cada manojo vendido es parte de una economía que conecta cocina, cultura y soberanía.

¿Sabías que una familia logró cosechar 18 quintales de maíz en solo media manzana de tierra?
Este rendimiento, obtenido con semillas criollas mejoradas y prácticas agroecológicas, permitió abastecer la reserva comunitaria y generar excedentes para la venta. En comunidades como Las Trojas, más de 50 mujeres transforman ese maíz en tortillas todos los días, asegurando alimento y empleo en el mismo ciclo.

¿Sabías que los talleres de pan de yuca reactivaron un cultivo que estaba en riesgo de desaparecer?
Durante años, la yuca se había dejado de lado. Gracias a las microempresas campesinas, volvió a sembrarse, procesarse y comercializarse en mercados, escuelas y ferias. Hoy el pan de yuca no solo previene el desperdicio, sino que también genera ingresos y recupera sabores tradicionales de la dieta haitiana.

¿Sabías que entre el 40 % y el 70 % de la producción agroecológica campesina puede comercializarse localmente?
Las Redes Alternativas de Alimentos (RAA) canalizan esa producción hacia ferias agroecológicas, canastas comunitarias y ventas puerta a puerta. Estos circuitos cortos no solo reducen el impacto ambiental, sino que fortalecen las economías locales y dignifican el trabajo campesino.

En estos países los mercados locales muestran que la soberanía alimentaria se construye en las prácticas colectivas. La tortilla hecha con maíz de una parcela común, la semilla nativa intercambiada, la microempresa rural activa o cada canasta entregada de mano en mano son expresiones concretas de autonomía y organización local.

Distintas publicaciones han resaltado el valor de estos procesos. La CEPAL y la FAO destacan que los circuitos cortos de comercialización fortalecen la relación entre productores y consumidores y reducen la dependencia de intermediarios. Informes del Programa Mundial de Alimentos señalan que, en regiones como el Corredor Seco, la seguridad alimentaria depende de redes comunitarias capaces de almacenar y distribuir alimentos en tiempos de escasez.

Lo que ocurre en los territorios confirma estas observaciones. En Honduras, las reservas comunitarias de granos permiten enfrentar la escasez y generar ingresos. En Guatemala, la venta de semillas nativas articula economía y cultura. En Haití, las microempresas campesinas transforman productos locales en fuentes de abastecimiento y circulación en mercados debilitados. En Ecuador, las redes alternativas conectan campo y ciudad mediante ferias y canastas que aseguran precios estables.

Todas son acciones que forman parte de una gran red regional que busca redefinir el sistema agrícola desde abajo, a través de espacios donde convergen seguridad alimentaria, resiliencia climática y cohesión social, y en ellos se disputa el rumbo de los sistemas alimentarios de la región.

Lo que une a estas experiencias es que funcionan como instituciones comunitarias: crean reglas propias, redistribuyen recursos, generan ingresos y, sobre todo, otorgan capacidad de decisión a quienes producen alimentos.

Los mercados locales son puntos estratégicos donde se juega no solo la seguridad alimentaria, sino también la capacidad de las comunidades para adaptarse al cambio climático y sostener sus formas de vida. Por eso, cuando una campesina habla de la semilla que heredó, cuando un productor protege sus árboles frutales, cuando un grupo de mujeres organiza una feria, se está definiendo el rumbo de los sistemas alimentarios en la región.

Y es por lo anterior que narrar los mercados locales es hablar también del retrato de un proceso político y cotidiano donde la alimentación deja de ser mercancía y se reconoce como derecho colectivo. En esos gestos cotidianos —sembrar, almacenar, intercambiar, vender— se disputan modelos de futuro: uno subordinado a las cadenas agroindustriales globales y otro construido desde la autonomía de las comunidades. Lo que se juega en estos mercados locales es, en última instancia, quién decide qué, cómo y para quién se produce.

Autora: Luisa María Castaño Hernández
En
colaboración con las organizaciones EkoRural, PDL, Qachuu Aloom y Vecinos Honduras

Sitio web

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